El 2 de septiembre de 1913, Saki publicó en The Morning Post uno de sus cuentos más famosos, «El contador de cuentos». En él aparece la historia de una niña tan buena (tan «horriblemente buena») que su bondad la hace merecedora de tres medallas: una medalla a la obediencia, otra la puntualidad y otra al buen comportamiento. Como premio adicional, el príncipe de la ciudad la invita a visitar su exclusivo jardín. Se trata de un jardín lleno de maravillas, pero en el que también habita un feroz lobo que acaba por devorarla, atraído por el tintineo de las medallas: «Todo cuanto quedó de ella fueron los zapatos, unos jirones de ropa y las tres medallas a la bondad».
El 15 de noviembre de 1915, el soldado Hector H. Munro zarpó para Francia. Allí moriría casi un año exacto después junto al pueblo de Beaumont-Hamel, apenas unos días antes de que concluyera la ofensiva del Somme, poco antes del amanecer del 14 de noviembre de 1916, como indica su ficha de medallas de la Oficina de Medallas del Ejército británico:
Su cuerpo nunca fue encontrado. De él nos quedan los maravillosos cuentos, un nombre grabado en el memorial de Thiepval y las tres medallas que le fueron concedidas póstumamente: la Medalla de la Victoria, la Medalla Británica de Guerra y la Estrella de 1914-1915.