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lunes, 22 de marzo de 2010

Konradin

Tras la muerte de su esposa en 1872 y antes de regresar a su destino en la policía de Bengala, Charles Augustus Munro dejó a sus tres hijos, de entre dos y cuatro años, al cuidado de su madre y sus dos hermanas en Broadgate Villa, en el pueblo de Pilton, dos kilómetros al norte de Barnstaple (Devon).



Según el relato de Ethel Munro, «el médico de la familia en Barnstaple, a quien los mayores consideraban como un oráculo, declaró que ninguno de los tres llegaría a la edad adulta». Hector, el más pequeño de los tres hermanos, era también el más delicado. Las tías lo llamaban Chickie («Pollito») y le ahorraron los castigos más severos que acompañaban a toda educación victoriana, una atención de la que no fue objeto su hermano Charlie, un año y medio más grande. Se conserva una foto de Hector a los diez años.



Ante estas precisiones biográficas, resulta difícil no recordar el comienzo de «Sredni Vashtar» (publicado en The Westminster Gazette, 25 de mayo de 1910, y luego, ese mismo año, en Crónicas de Clovis): «Conradin tenía diez años, y el médico de la familia había emitido su opinión profesional de que el niño no viviría otros cinco más».

El nombre de Conradin remite a un personaje histórico que, efectivamente, no llegó a la edad adulta. Conradino de Suabia (1252-1268) fue nieto de Federico II Hohenstaufen e hijo de Conrado IV, de quien quedó huérfano a los dos años. De su abuelo heredó la encarnizada enemistad del papado; de su padre, los reinos de Alemania, Sicilia y Jerusalén.

Conradino no consiguió reinar en ninguno de esos territorios: el papa Inocencio IV intentó coronar otro rey en Sicilia; su sucesor, Alejandro IV, ofreció los territorios alemanes a Alfonso X de Castilla; y nunca tuvo ocasión de viajar a Jerusalén para reclamar su corona. Aprovechando la minoría de edad de Conradino, su tío Manfredo, uno de los hijos ilegítimos de Federico II, consiguió apoderarse de Sicilia actuando como regente; sin embargo, Manfredo murió en 1266 en la batalla de Benevento frente a las tropas de Carlos de Anjou, que contaba con el apoyo del nuevo papa Clemente IV. Conradino intentó entonces recuperar el reino de Sicilia. Abandonó Suabia, entró en Italia en el otoño de 1267 y fue aclamado en todas las ciudades que encontró a su paso. La misma Roma se rindió ante él. Según cuenta el historiador británico Steven Runciman:

La llegada de Conradino a Roma el 24 de julio fue saludada con escenas de histérico entusiasmo. Nunca la ciudad papal había otorgado un recibimiento tan tumultuoso a un enemigo declarado de la Santa Sede. Las multitudes lo recibieron entonando himnos de alabanza y arrojando flores a su paso. Las calles se engalanaron con sedas y terciopelos. Todo el mundo se vistió de gala. Se celebraron juegos en el Campo de Marte y procesiones con antorchas por la noche. El rey niño, con su belleza y su encanto, fue tratado casi como un dios.

Como había hecho con su tío, Carlos de Anjou decidió detener el avance del Hohenstaufen y, el 23 de agosto de 1268, se enfrentó a él en la batalla de Tagliacozzo, que terminó con la derrota de Conradino. Su captura se produjo pocos días después. Tras un simulacro de juicio, en el que se le acusó de robo y traición, fue condenado a muerte.


La decapitación tuvo lugar en lo que es hoy la Piazza del Mercato de Nápoles el 29 de octubre de 1268. Su tumba se encuentra en el mismo sitio, en la iglesia de Santa Maria del Carmine. Con él se extinguió un linaje, el de los Hohenstaufen, que había hecho temblar a varios papas.

El juicio y la muerte de Conradino estremecieron la conciencia de Europa. Para Dante, que escribió medio siglo más tarde, Conradino fue una víctima inocente. Incluso el papa quedó consternado, por más que se alegrara de ver la extinción de la estirpe de la víbora. El historiador güelfo Villani mostró un profundo interés en limpiar el recuerdo de Clemente de toda sospecha de complicidad. Hasta el día de hoy, Carlos es por lo general condenado,  incluso por los franceses deseosos de excusar al más capaz de los Hijos de Francia. Para los alemanes. siempre ha sido el mayor crimen de la historia. Siglos más tarde, el poeta Heine escribió sobre el episodio con amargura.



Fuentes:
MUNRO, Ethel, «Biography of Saki», en H. H. MUNRO (Saki), The Square Egg, Londres, John Lane, 1924.
RUNCIMAN, Steven, The Sicilian Vespers: A History of the Mediterranean World in the Later Thirteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1992.

lunes, 25 de enero de 2010

Stupor mundi

Federico II de Hohenstaufen (1215-1250), rey de Sicilia, Chipre y Jerusalén y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, mereció realmente la designación de Stupor Mundi acuñada por Mateo de París (c. 1200-1259), cronista benedictino de la abadía de San Albano, cerca de Londres.



De mediana estatura, pelirrojo y con los ojos verdes (o azules), hablaba más de media docena de idiomas, sintió una gran curiosidad por las artes y las ciencias,  fundó universidades, fomentó el cultivo de la poesía y las traducciones de Aristóteles, escribió un tratado de cetrería y creó un zoológico real, admiró la cultura de árabes y bizantinos, se protegió con una guardia sarracena y mantuvo un harén en su corte, ganó Jerusalén para los cristianos con medios pacíficos, fue excomulgado dos veces y, al parecer, se bañaba todos los días.

Fue también implacable en sus venganzas. Se cuenta que la destrucción en 1223 de la ciudad de Celano (Apulia), que se había rebelado contra él y a cuyos habitantes varones deportó a Malta, inspiró al franciscano Tomás de Celano (c. 1190-c. 1260) la composición del Dies irae.

Su idea de la supremacía imperial y su relativismo en materia religiosa lo llevaron a una pugna casi permanente con el papado por el control de la península Itálica, hasta el punto de ser considerado por Gregorio IX como el mismísimo Anticristo. El güelfo Dante lo incluyó en su sexto círculo infernal, el destinado a los herejes encerrados dentro de sepulcros en llamas. Nietzsche, sin embargo, lo consideró el «primer europeo».

En 1912, el historiador inglés Lionel Allshorn publicó una biografía suya titulada Stupor Mundi que concluye con las siguientes palabras alusivas a su lucha contra el papado:

Y, de alzarse alguna vez un templo en memoria de quienes han luchado por la libertad del hombre, Federico ocuparía un lugar destacado en el santuario. Y sobre su imagen estarían grabadas las palabras que él mismo pronunció: «Que quienes retroceden ante mi apoyo reciban la vergüenza y también la mortificante carga de la esclavitud. Ante esta generación y ante las generaciones futuras, tendré la gloria de haber resistido a esa tiranía».

Ese mismo año (el 17 de septiembre) Saki publicó en The Morning Post su cuento «El respiro», donde el protagonista es convencido para que pase la noche encerrado en su dormitorio con un lechón y un combativo gallo de pelea llamado Asombro de Hartlepool e, irónicamente, Stupor Hartlepooli.


Fuentes:
ALLSHORN, Lionel, Stupor Mundi. The Life and Times of Frederick II, Emperor of the Romans, King of Sicily and Jerusalem, 1194-1250, Londres, Martin Secker, 1912.
NIETZSCHE, Friedrich, Más allá del bien y del mal, trad. Andrés Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1972, p. 130.