De mediana estatura, pelirrojo y con los ojos verdes (o azules), hablaba más de media docena de idiomas, sintió una gran curiosidad por las artes y las ciencias, fundó universidades, fomentó el cultivo de la poesía y las traducciones de Aristóteles, escribió un tratado de cetrería y creó un zoológico real, admiró la cultura de árabes y bizantinos, se protegió con una guardia sarracena y mantuvo un harén en su corte, ganó Jerusalén para los cristianos con medios pacíficos, fue excomulgado dos veces y, al parecer, se bañaba todos los días.
Fue también implacable en sus venganzas. Se cuenta que la destrucción en 1223 de la ciudad de Celano (Apulia), que se había rebelado contra él y a cuyos habitantes varones deportó a Malta, inspiró al franciscano Tomás de Celano (c. 1190-c. 1260) la composición del Dies irae.
Su idea de la supremacía imperial y su relativismo en materia religiosa lo llevaron a una pugna casi permanente con el papado por el control de la península Itálica, hasta el punto de ser considerado por Gregorio IX como el mismísimo Anticristo. El güelfo Dante lo incluyó en su sexto círculo infernal, el destinado a los herejes encerrados dentro de sepulcros en llamas. Nietzsche, sin embargo, lo consideró el «primer europeo».
En 1912, el historiador inglés Lionel Allshorn publicó una biografía suya titulada Stupor Mundi que concluye con las siguientes palabras alusivas a su lucha contra el papado:
Y, de alzarse alguna vez un templo en memoria de quienes han luchado por la libertad del hombre, Federico ocuparía un lugar destacado en el santuario. Y sobre su imagen estarían grabadas las palabras que él mismo pronunció: «Que quienes retroceden ante mi apoyo reciban la vergüenza y también la mortificante carga de la esclavitud. Ante esta generación y ante las generaciones futuras, tendré la gloria de haber resistido a esa tiranía».
Ese mismo año (el 17 de septiembre) Saki publicó en The Morning Post su cuento «El respiro», donde el protagonista es convencido para que pase la noche encerrado en su dormitorio con un lechón y un combativo gallo de pelea llamado Asombro de Hartlepool e, irónicamente, Stupor Hartlepooli.
Fuentes:
ALLSHORN, Lionel, Stupor Mundi. The Life and Times of Frederick II, Emperor of the Romans, King of Sicily and Jerusalem, 1194-1250, Londres, Martin Secker, 1912.
NIETZSCHE, Friedrich, Más allá del bien y del mal, trad. Andrés Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1972, p. 130.