lunes, 18 de enero de 2010

Viajes a Canossa

En los cuentos de Saki aparece dos veces una referencia al acontecimiento histórico conocido como el «viaje a Canossa»: en «Canossa» y en «La penitencia», incluidos en la recopilación póstuma Los juguetes de la paz (1919). En ambos casos se trata de una referencia indirecta.

En el primer cuento, el episodio se menciona únicamente en el título. El cuento relata el pulso entre el gobierno británico y un partidario de la «propaganda por el hecho» condenado a una semana de cárcel por un grave delito («más grave para el gobierno que para el acusado»):

Había hecho saltar por los aires el Albert Hall en la víspera del gran té-tango de la Federación Liberal, ocasión en que se esperaba que el ministro del Tesoro presentara su teoría: «¿Difunden las perdices enfermedades contagiosas?».

En el segundo, tres niños «excomulgan» a un adulto por el asesinato de un gato y le exigen una penitencia como forma de expiación. La encontramos al final del relato y podría considerarse como una alusión al hecho histórico, reforzada por la proximidad con el otro cuento:

Esa misma tarde, cuando el crepúsculo se abismaba en la oscuridad, Octavian ocupó su posición como penitente bajo el solitario roble, tras haberse desvestido cuidadosamente el penante. Cubierto con una camisa de céfiro que en esa ocasión merecía por completo su nombre, sostuvo en una mano una vela y en la otra un reloj en cuyo interior parecía morar el alma de un plomero difunto.

En el marco de una disputa por el dominium mundi que se prolongaría a lo largo de varios siglos, el poder espiritual y el secular se enfrentaron a finales del siglo XI en lo que se denominó la «querella de las investiduras». Se trató de una lucha entre el papado y el Sacro Imperio Romano Germánico por el control sobre la investidura de los clérigos. En 1075, el papa Gregorio VII publicó una carta (Dictatus papae) afirmando la supremacía del orden sacerdotal sobre el imperial. A ella respondió Enrique IV, futuro emperador del Sacro Imperio, con otra misiva que pedía la renuncia del pontífice. La escalada epistolar continuó con una fulminante excomunión papal que liberaba a los súbditos del monarca del deber de obediencia. El rey, necesitado de la sanción eclesiástica en un momento en que los nobles alemanes ponían en duda su poder, decidió acudir al castillo de Matilde, condesa de Toscana, en Canossa, donde se había refugiado el papa:





Enrique llegó caminando hasta la base del escarpado castillo el 21 de enero de 1077 en medio de un frío punzante y un paisaje cubierto por la nieve. Se entrevistó con Matilda y Hugo, obispo de Cluny, su padrino, y declaró su disposición a someterse al papa si éste levantaba el interdicto. Sin embargo, el papa sólo quiso acceder a absolverlo si le cedía su corona y renunciaba para siempre a la dignidad real. El rey dio el último paso para conseguir la clemencia del papa: se impuso las más severas penitencias que exige la Iglesia a un pecador como vía segura para conseguir la absolución. Por tres días, desde el 25 al 28 de enero, permaneció en el patio situado entre las murallas interiores, como suplicante penitente, con los pies descalzos y la cabeza descubierta, vestido con una tosca camisa de lana, temblando en el frío, pidiendo en vano que le franquearan la entrada ante la puerta que sigue perpetuando en su nombre, Porta di penitenza, el recuerdo de ese acontecimento.




El 14 de mayo de 1872, en plena Kulturkampf (1871-1878), la política de Bismarck (1815-1898) encaminada a secularizar el Estado alemán y sustraerlo de la influencia de la Iglesia católica, el Canciller de Hierro exclamó ante el Reichstag unas semanas antes de expulsar a los jesuitas: «Seien Sie außer Sorge, nach Canossa gehen wir nicht, weder körperlich noch geistig» («Pierdan ustedes cuidado, no iremos a Canossa, ni física ni espiritualmente»).


Fuente:
NEUGEBAUER, Wolfgang (ed.), Handbuch der preussischen Geschichte, vol. 3, Berlín, Walter de Gruyter, 2000, p. 85.
SCHAFF, Philip, History of the Christian Church, vol. V (David S. Schaff): The Middle Ages: From Gregory VII, 1049, to Bonifacy VIII, 1294, Nueva York, Charles Scribner's Sons, 1907, p. 55.